martes, 27 de marzo de 2007

Mensaje Nacional por el Dia Internacional de la Danza

Movimiento, arte, danza, espiritualidad

El movimiento se relaciona con la vida, la inmovilidad con la muerte. Los movimientos vitales llevan consigo la inmovilidad en el momento de cambiar su dirección: todo movimiento de nuestro cuerpo entraña el simbolismo vida-muerte-vida. El proceso de vivir se expresa como movimiento voluntario o involuntario, en ambos casos se trata de un proceso de creación: quien vive, aun sin saberlo, es un ser creativo. Si expresa algo personal, lo que sucede siempre aunque la persona no se percate, cualquier observador --incluido el sujeto mismo- asiste a un proceso de creación poética como dice García Lorca: "La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas". El ser humano danza en tanto que vive y le confiere, belleza a su vida. El propósito de generar belleza, poesía, trascendencia y espiritualidad a los movimientos es lo que establece la diferencia entre un ser que baila comprometiéndose con la danza y uno que vive danzando sin saberlo y, por ello, generando otro tipo de belleza, de poesía.

La danza, el baile, las danzas populares, tradicionales, tribales, rituales, propiciatorias, sacrificiales, sociales, hedonistas, de afirmación de género, mágicas y de toda otra índole son, como todo movimiento, actividades que brotan libremente de impulsos primarios de moverse, de expresarse, de socializar, reproducirse, alimentarse, conocer, autoafirmarse, aumentar el propio poderío, imponer las propias normas, crear, encontrar la belleza e incrementar el conocimiento. Todas esas actividades, que se simbolizan en la danza, constituyen actos de libertad. Estos a su vez conllevan la expresión de impulsos creativos egocéntricos, narcisistas, sensuales, sexuales, eróticos, hedonísticos y espirituales divergentes y contestatarios de las normas vigentes, lamentablemente basadas en ideologías fundamentalistas y dogmáticas usualmente consideradas y asumidas como religiones. Sucede que, en la cultura occidental judeocristiana, todo lo que es danza y libertad para sentir han sido reprimidas severamente durante mil años, desde el siglo V hasta el siglo XV en el que el advenimiento del Renacimiento significó el comienzo de un retorno a la época clásica: durante ella la libertad expresiva corporal era promovida antes que reprimida y la belleza se representaba en la desnudez del cuerpo. Estamos felizmente viviendo en la época en que las actividades dancísticas se dan mas entre la gente mas libre, los jóvenes, y la más ligada a las tradiciones ancestrales, que preceden a la cultura occidental represora y que perduran pese a ella. La danza ha de mantener el estandarte de la libertad de expresión, integral y apasionada que constituya un adalid de las posibilidades del ser humano para hacer valer su vida interior expresándola a través de la belleza y la armonía de la creación artística lograda con la utilización del instrumento más exquisito del universo conocido: el cuerpo humano, el de todos y cada uno de nosotros.

El movimiento, surgido del idioma con el que nos comunicamos a nosotros mismos nuestras vivencias íntimas, puede expresar lo que no alcanza el lenguaje hablado, verbal. Una caricia, un gesto de amor dicen más, y lo dicen más hondamente, que mil palabras. Como explica el Maestro don Juan a su discípulo Castaneda en Relatos de Poder: "El amor de Genaro (otro Maestro) es el mundo… ahora mismo estaba abrazando esta enorme tierra pero, siendo tan pequeño, no puede sino nadar en ella; pero la Tierra sabe que Genaro la quiere y por eso lo cuida. Por eso la vida de Genaro esta llena hasta el borde y su estado, dondequiera que él se encuentre, siempre será la abundancia. Genaro recorre las sendas de su ser amado y, en cualquier sitio que esté, esta completo".

Los que en el mundo andamos, nadamos, danzamos y bailamos intentando plasmar lo estético, lo esencial visible a los ojos, los que sabemos que nos expresamos con nuestro cuerpo, tenemos que propagar esta posibilidad de encontrar, sentir y trasmitir vivencias, generando en otros más placer surgido del sentimiento de la belleza, la trascendencia y la espiritualidad, rayando en el éxtasis, fundadas en un saludable amor por nuestro ser -cuerpo y espíritu integrados- dirigido al encuentro del amor, al par pacífico y apasionado, dondequiera se encuentre, empezando con el mundo mismo: en el que encontramos lo otro y a los otros como posibilidades de amar y de ofrecerles nuestra danza como prenda y ofrenda.


Mariano Querol

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